Si existe una raíz de amargura en su corazón, producirá el brote de la ira, la crítica o el chisme, y dará como resultado el fruto trágico de una relación deshecha.
El examen de conciencia tal vez no sea la experiencia más agradable, pero es absolutamen- te necesario. En el autoexamen le preguntamos a Dios: “¿Hay algo en mi vida que no está en armonía con tu voluntad? Te pido, Señor, que me reveles aquellas actitudes de lo profundo de mi alma que no se asemejan a Jesús”.
Medite con oración en las siguientes preguntas.
1. ¿Hay algo que se esconde en lo profundo de mi alma que me impediría recibir la plenitud del
Espíritu Santo?
2. ¿Estoy dispuesto a permitir que Dios quite de mi vida cualquier cosa que no esté en armonía con
su voluntad?
3. ¿Hay algo en mi vida que no he estado dispuesto a entregar?
El Señor está más dispuesto a dar el Espíritu Santo a los que le sirven, que los padres a dar buenas
dádivas a sus hijos.
“Cuando él viniere convencerá al mundo de pecado, y de justicia, y de juicio” (Juan 16:8).
Es el Espíritu Santo el que convence de pecado. Si el pecador responde a la influencia vivificadora del Espíritu, será inducido a arrepentirse y a comprender la importancia de obe- decer los requerimientos divinos.
Dios les bendiga. Buen día.
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