Así como no podemos ser perdonados sin Cristo, tampoco podemos arrepentirnos sin el Espíritu de Cristo, que es quien despierta la conciencia.
Al arrepentirnos, o sentir una profunda pena por el pecado, Dios prepara nuestro corazón para la recepción del Espíritu Santo.
“Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renue- va un espíritu recto dentro de mí” (Sal. 51:10).
Dios les bendiga en este hermoso sábado.
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